Guatemala fue sacudida el 8 de julio por tres sismos consecutivos, con magnitudes de 4.7, 5.6 y 4.8, que afectaron principalmente las regiones de Amatitlán, Alotenango y Sacatepéquez.
El impacto fue severo: al menos dos personas murieron tras un derrumbe que sepultó un vehículo, y siete más quedaron atrapadas, incluyendo una familia de cinco miembros.
Los temblores provocaron deslizamientos de tierra, grietas en viviendas, caída de muros y daños en iglesias. En Ciudad de Guatemala, se activaron alarmas antisísmicas y se evacuaron edificios por precaución. El gobierno decretó alerta naranja y suspendió clases y labores en tres departamentos para facilitar las labores de rescate y evaluación.
El Instituto Nacional de Sismología contabilizó más de 35 movimientos telúricos en pocas horas, lo que ha generado preocupación por posibles réplicas. Guatemala, ubicada en una zona de alta actividad sísmica, enfrenta nuevamente los desafíos de infraestructura y respuesta ante desastres naturales.