Deportes
Su adicción a las drogas lo llevó a pensar en asesinar a su entrenador
Spencer Haywood fue un jugador que tenía todo para llegar a ser uno de los mejores de la liga en los 80.
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3 años atráson
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Enfoque NowHacia finales de la década del 70, la NBA todavía estaba en la búsqueda de encontrar la mejor versión de la liga. A pesar de tener grandes figuras, como Kareem Abdul Jabbar o Julius Erving, más conocido como el Doctor J, las noticias que se viralizaban tenían que ver más por conflictos en planteles o abusos fuera de la cancha que por brillantes actuaciones.
En aquella época, uno de los nombres que revolucionó al mundo del básquet y del deporte en los Estados Unidos fue Spencer Haywood. El nacido en Mississippi en 1949, que se crío en el medio de la pobreza y el racismo extremo que azotaba al país, y a los 13 años era el sostén de su familia ganando cuatro dólares por día luego de recolectar más de 90 kilos de algodón, al poco tiempo se convirtió en una de las estrellas de la selección que participó en los Juegos Olímpicos de México 1968 y ganó la medalla dorada para EE.UU.
En suelo azteca, miró por televisión desde la Villa Olímpica cómo los atletas Tommy Smith y John Carlos se pararon en el podio de medallas con los puños cerrados y los brazos en alto en el famoso mensaje llamado Black Power en señal de protesta contra los derechos civiles en su país. Ese gesto lo conmovió y lo motivó a luchar por su comunidad.
Ese impulso le sirvió para dejar su huella en un conflicto que dio la vuelta al mundo cuando llevó a la NBA hasta la Corte Suprema de Justicia para que lo habilitaran a ser parte de la competición a pesar de no haber jugado durante los cuatro años requeridos por esos tiempos en el baloncesto universitario: pedía saltar directo de la secundaria a la élite.
Así nació The Hardship Rule, o la Regla de la Necesidad en el 71, que llevó a Haywood a dejar la vieja ABA, donde ya era una estrella, para jugar en los Seattle Supersonics. Hasta que de cara a la temporada 79-80, tras pasar por los Knicks de Nueva York y los Jazz de New Orleans, Spencer recibió el llamado de los Lakers para sumarse al equipo propiedad del excéntrico Jerry Buss.
Justamente, el nombre del multimillonario que compró la franquicia angelina, el de un tal Magic Johnson y del resto del equipo que puso en marcha la dinastía ganadora, se unió al del jugador en cuestión en la exitosa serie de TV “Winning Time”, que fue producida por HBO y que ya anunció una segunda temporada. En la ficción, Haywood aparece en, tal vez, el peor momento de su carrera. Y de su vida privada, claro.
La serie refleja la adicción a las drogas que llevó al infierno al número 31 de los Lakers en medio de la campaña que terminó con el campeonato. Las imágenes que muestra la obra televisiva son explícitas. Spencer en un estado deplorable, al cuidado de su pequeña hija, mientras sucumbe por la cocaína y otros estupefacientes. Lo mismo que sucedía en el vestuario, ante la atenta mirada de Jabbar, capitán del equipo y máxima figura. “Diría que el 95 por ciento de la interpretación fue real”, sumó el miembro del Salón de la Fama del básquet en diálogo con el Boston Globe.
Fue tan claro el sufrimiento que atravesó Haywood en LA que los números de su rendimiento lo demostraron: pasó de anotar 24 puntos de promedio a menos de 10, que fue para lo que lo había reclutado el entrenador Jack McKinney, que sólo puedo entrenar en los primeros 13 partidos, ya que luego sufrió un duro accidente en una bicicleta que lo dejó en coma y lo sacó de su puesto por las secuelas que padeció.
Pasó de ser titular junto a Abdul Jabbar a ingresar como suplente. Así lo recordó Wood en una entrevista que le brindó a la revista People en 1988. “Me sentía sin manos, como si ya no tuviera dedos. Magic me daba buenos pases, y yo no los podía alcanzar. Me negué a creer que fueran las drogas, a pesar de que estaba usando Quaalude, Valium, alcohol y otras cosas para reprimir la fiebre de la cocaína. Pensé que tal vez estaba dando demasiados giros en los pases, tal vez incluso para hacerme quedar mal”, explicó.
Cuando Paul Westhead tomó las riendas de los Lakers junto a Pat Riley, que se sumó como asistente tras dejar su puesto como comentarista, la situación de Spencer se agravó camino a los playoffs. A pesar de que el ala pivot fue pieza importante para que Los Ángeles superaran a Seattle en las finales de la Conferencia del Oeste (4-0), la señal de alerta definitiva para el plantel se produjo en medio de la definición de la NBA contra Philadelphia.
“Todo se desmoronó durante las finales de 1980 contra los Sixers. Después de quemarme el cerebro en un bar, fui a practicar. En la entrada en calor, me acosté y notaron que no me estaba moviendo. Mis compañeros me gritaban: ‘¡Wood!, despierta’. Y nada. Me sacudían y nada. Todo el equipo se reunió a mi alrededor, imaginando que estaba muerto. Finalmente me sacaron de allí y Westhead me envió a casa”, recordó quien fuera introducido entre las leyendas del básquet en 2015.
Tras un duro cruce con dos compañeros (Brad Holland y Jim Chones), el por entonces entrenador tomó la decisión de separarlo del equipo durante las finales. Eso provocó la ira de Haywood, que como bien mostró la serie, pergeñó un plan para asesinar al hombre que dirigía a los Lakers a su primer título de liga en tres años.
“Mi carrera se estaba desvaneciendo, junto con mis amigos, mi autoestima, todo. Le dije a Westhead que necesitaba ayuda. Pero ese enfrentamiento fue la excusa que necesitaba para expulsarme. Fue a ver a Jerry Buss y en dos horas ya dejé de ser un Laker”, confesó en una extensa carta que publicó en 2014, en la que contó los pasos que siguió para intentar terminar con la vida del entrenador del equipo.
“Dirigí toda mi ira hacía Westhead. Dejé el Forum. Conduje mi Rolls toda la noche y mi único pensamiento era que Westhead debía morir. Planeé cómo acabar con él. En plena ira y tras consumir cocaína llamé a un amigo de Detroit, un tipo llamado Gregory, un gángster genuino certificado, y le dije: ‘Ven, necesito que te encargues de alguien’. Él dijo: ‘No hay problema, Wood. Me encanta hacer eso por ti’. Al día siguiente, Greg y su compañero volaron a Los Ángeles, listos para trabajar. Nos sentamos y planeamos sabotear los frenos de su coche. Obtuvimos su dirección: Westhead vivía en Palos Verdes”, relató con lujo de detalles su plan diabólico, como él mismo se encargó de titular.
“Antes de continuar con el plan, comencé a ver las cosas un poco más claramente. Estaba muy enojado, pero ¿era un asesino? Llamé a mi madre en Mississippi. Se estaba muriendo de cáncer en ese momento. No le dije lo que estaba planeando, solo que estaba enojado. Ella me dijo: ‘Estás haciendo algo que no es bueno, ¿verdad? Si haces algo malo, te entregaré yo misma. No crié un tonto’. Ella comenzó a llamarme cada 15 minutos, y hablamos mucho. Me hizo entrar en razón”, agregó Haywood.
Una vez que dejó de hablar con su madre por teléfono, Spencer tomó una decisión que le cambió la vida. “Pensé: ¿Qué demonios estaba ideando? Nunca lo intenté pero mis intenciones eran diabólicas. Dios me observaba”. Con ese pensamiento, se comunicó con sus amigos de Detroit y desactivó el proyecto de matar a Westhead.
Tras un breve paso por el baloncesto de Italia, Wood volvió a la NBA para terminar su carrera en los por entonces Washington Bullets. La despedida del deporte le permitió desintoxicarse. Se metió en un centro de rehabilitación para ahuyentar a las drogas de manera definitiva y se transformó en un personaje sumamente importante para la comunidad afroamericana en sus latitudes.
Tres décadas más tarde, esta sorprendente serie que se basó en cómo nacieron los Lakers del Showtime que propuso Magic, popularizó la historia de Spencer Haywood. Hace un par de años, jugadores como LeBron James y Russell Westbrook ya le habían demostrado su cariño al ex jugador y lo marcaron como una inspiración para luchar por sus ideales.
“Estaba nervioso cuando escuché por primera vez sobre la serie porque iban a sacar al descubierto todos mis errores. Recé por eso y dije que ésta podría ser una oportunidad para que los jugadores supieran lo que hice y quién soy. Decidí dejarlo volar y Dios lo haría a mi favor”, dijo Wood hace algunas semanas en una nota con el periódico Seattle Times.
Y al parecer, así fue. Encontró la redención que buscó por años y, en el podcast que tiene, invitó a varios de los protagonistas del show de TV junto a su creador para darle aún más publicidad a una mirada de la historia que lo mostró, por lo menos a él, como fue en realidad.
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Magnus Carlsen explota tras perder partida con el campeón mundial de ajedrez
El joven Gukesh, de 19 años, se impuso al experimentado ajedrecista en el Norway Chess 2025
Publicado
17 horas atráson
3 de junio de 2025Por
Enfoque Now
La sexta ronda del Norway Chess 2025 dejó una de las escenas más impactantes y emotivas del ajedrez reciente. Magnus Carlsen, número uno del mundo, sufrió en casa una inesperada derrota frente al joven campeón mundial indio, Gukesh Dommaraju, quien se impuso ante el noruego por primera vez en una partida clásica. La tensión contenida en cada jugada marcó un duelo histórico que culminó con la furia de Carlsen y la incredulidad de Gukesh ante lo que acababa de lograr.
Desde la apertura, Carlsen llevó la iniciativa y ejerció una presión constante sobre Gukesh con las piezas negras. El noruego capturó un peón central clave y, a lo largo de veinte movimientos en el medio juego, las computadoras otorgaban a Carlsen una clara ventaja, que llegó a significar entre -2 y -5 en la valoración, equivalente a la superioridad de toda una torre. Parecía que la victoria no se le podía escapar al anfitrión.
En el movimiento 17, Carlsen se dirigió al confesionario del torneo para compartir en directo para los espectadores sus sensaciones sobre el rumbo de la partida. Mostró confianza en que Gukesh aceptaría el reto de bloquear el centro e intentar ganar, en lugar de buscar un empate rápido. “Sé que Gukesh es muy ambicioso, y espero que ahora bloquee el centro para jugar a ganar, en lugar de liquidarlo y buscar el empate. Pero, objetivamente, mi posición es buena, y me encuentro cómodo”.
Lo inesperado llegó en el final: presionado por el reloj y quizás por exceso de confianza, Carlsen cometió dos errores en los movimientos 44 y 52. Esos fallos alteraron el destino que hasta entonces parecía inevitable. El campeón mundial indio, en un ejercicio de persistencia y concentración, supo exprimir cada opción disponible. Gukesh reconoció tras la partida que llegó a pensar en rendirse: “Pero decidí que no había nada de malo en hacer unos cuantos movimientos más, y seguir luchando por si acaso. Soy muy consciente de que nadie puede ganar así a Magnus en más de una partida de cada cien. Pero hoy ha ocurrido, me siento muy feliz, y seguro que mi familia también”.
El dramático desenlace sobrevino en el movimiento 62. Al descubrir que había dejado escapar la victoria y enfrentaba una derrota inminente, Carlsen golpeó la mesa con fuerza, provocando que las piezas cayeran. Luego, estrechó apresurado la mano de Gukesh, exclamó “¡Ay, dios mío!” y abandonó el escenario visiblemente enfadado. Minutos después, su vencedor le exoneró ante los medios: “Yo también he golpeado unas cuantas mesas en mi carrera deportiva, aunque sea mucho más corta que la de Magnus. Hay incluso algún vídeo sobre eso”.
Deportes
PSG logra un récord histórico tras vencer al Inter en la final de la Champions League
Los franceses vapulearon 5-0 a los italianos en Alemania y se adjudicaron la primera Liga de Campeones de su historia
Publicado
2 días atráson
2 de junio de 2025Por
Enfoque Now
París Saint Germain rompió todos los pronósticos, no porque fuera imposible que se quedara con la final de la Champions League ante Inter de Milán, sino porque ni el más optimista fanático del equipo parisino habrá imaginado que habría una diferencia tan importante entre un equipo y otro. Fue 5-0 para los dirigidos por Luis Enrique, que se llevaron la Orejona por primera vez en su historia a Parque de los Príncipes.
Lo cierto es que este abultado resultado resultó inédito: nunca en la historia de la Liga de Campeones se había registrado una distancia semejante entre dos finalistas. Solamente en tres oportunidades un conjunto le sacó cuatro goles de diferencia al otro: Bayern Múnich al Atlético Madrid en el partido desempate de 1974, Milan al Steaua Bucarest en 1989 y también Milan al Barcelona en 1994.
Por otra parte, hasta hoy solo dos clubes habían logrado anotar cinco goles o más en una final de Champions: Real Madrid, que le ganó 7-3 al Eintracht Frankfurt en la final de 1959/1960 con un triplete de Alfredo Di Stéfano y un póker de goles de Ferenc Púskas, y el Benfica de Portugal en la final de 1961/1962, ante el Real Madrid, aunque con una diferencia más estrecha de 5-3 a favor de los lusitanos.
Los Merengues, máximos exponentes de este certamen continental con 15 títulos, son los que se mantienen como el equipo que más tantos anotaron en una final por los siete convertidos en 1960.
Hasta ahora, el PSG solamente había disputado una sola final de Champions, con derrota 1-0 ante Bayern Múnich en la temporada 2019/2020 (gol de Kingsley Coman). Luis Enrique no solamente consiguió dejar una huella imborrable en la vitrina de la institución que desde hace años está siendo manejada por jeques árabes, sino que también elevó sustancialmente el nivel futbolístico de un equipo finalista de uno de los certámenes de elite del planeta. Lo que el París no había conseguido con los galácticos Lionel Messi, Kylian Mbappé y Neymar, ahora sí lo logró con figuras de menor nombre pero un funcionamiento casi perfecto.

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