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George Peppard, el actor odiado por sus compañeros de Brigada A

La serie que fue furor en los 80 fue la frutilla del postre para su exitosa carrera. Sin embargo, allí solo cosechó lo que fue a buscar: enemigos. Y pocos terminarían conmovidos por su partida

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Brigada A

Las aventuras de un equipo de héroes marginales -exintegrantes del Ejército estadounidense que son encarcelados por un delito que no cometieron, y al escapar, se ganan la vida resolviendo casos contra criminales- duraron apenas cuatro años, desde 1983 a 1987. Pero alcanzaron para hacer de Brigada A una de las series más recordadas.

Mario Baracus (Mr T) era el fornido que se ponía el grupo al hombro cuando la situación requería de fuerza. El seductor Templeton Peck (Dirk Benedict) era capaz de conseguir hasta lo imposible cuando la misión así lo requería. Cómo olvidarse de Murdock (Dwight Shultz), el experto piloto que lograba sacar a sus amigos de las situaciones más complejas. Y no hay que pasar por alto a quien la historia intentó quitar del éxito: la periodista Amy Allen (Melinda Culeo), la única mujer de la brigada.

A este grupo le falta el eslabón principal: el coronel Hannibal Smith. El jefe, el el que diagramaba cada paso que daba la banda de exmilitares. Este personaje fue interpretado por George Peppard. En pantalla se presentaba como el más bonachón del grupo, casi como ese abuelo amble y de buen carácter. Eso fue lo que se intentó trasmitir al público, en un guion que pretendía, en su esencia, sacar a la luz las consecuencias de la guerra de Vietnam.

Sin embargo, esa orquesta perfecta no sonaba de la misma manera cuando las cámaras se apagaban. Con los años se fueron conociendo detalles de lo que ocurría en los rodajes, y quien quedó en el ojo de la tormenta fue Peppard. Por entonces era una de las grandes figuras que tenía el cine, una verdadera estrella en los 60 -gracias a sus protagónicos en Breakfast al Tiffany’sLa Conquista del Oeste Los insaciables, entre otros- que, como suele suceder, intentó ubicarse varios escalones por encima del resto del elenco. Y esto provocó rispideces.

Como quien dice, George sacaba chapa de su historial. Para colmo, no se preocupaba por hacer nuevas amistades, no le interesaba agradar al elenco, y lo hacía saber. De esto habló allá por el 2004 Dwight Shultz, cuando los fanáticos le preguntaron por sus compañeros en ese memorable proyecto. Cuando le tocó el turno de hablar de Peppard, indicó: “Fue un profesional extraordinario. El primer día en el que entré al set de Brigada A, fui al salón de maquillaje y me dio la mano: ‘Soy George Peppard y no soy un hombre muy agradable’, me dijo”.

Brigada A

Era muy competitivo y una estrella de cine. A veces, las estrellas de cine creen que todos viven como ellos”, agregó Murdock, y enseguida comentó que la letra en cada escena dependía de Peppard: había que adaptarse a sus ganas o a lo que estuviera dispuesto a hacer. “Si no le gustaba una parte del guión, lo marcaba bien temprano y anticipaba: ‘Esto es lo único que voy a decir’. Y obviamente tus líneas dependían íntegramente de lo que él decidía en esa página”, explicó su excompañero.

Los encontronazos más fuertes del actor fueron con Mr T. En lo más alto en lo que tiene que ver con la audiencia, los celos florecieron entre ellos. ¿El motivo? La popularidad de Mario Baracus entre los adolescentes fue una ola que tapó a todos. Y por supuesto, quien peor lo tomó fue Peppard. Su decisión fue reducir su jornada laboral. Eran de 14 horas, y en un momento, arbitrariamente, el actor decidió cortar su trabajo a las 5 de la tarde. Baracus se acercó a la producción y les manifestó que todos eran pares y, que si George se iba a esa hora, él también lo haría. La tensión ocasionó uno de los tantos quiebres.

Ya sobre el final, no se hablaban. Para todo el equipo, trabajar en ese clima se hizo insostenible. Los productores no querían cortar tamaño éxito e hicieron lo posible para solucionar el tema. Cuando comprendieron que no había vuelta atrás, convocaron al actor Hulk Hogan, que era amigo de los dos, para que interfiera, pero no pudo ingresar a Brigada A por estar comprometido con otros proyectos. La otra opción fue llamar a Robert Vaughn, quien se sumo en los que terminarían siendo los últimos capítulos. Porque nada logró nada. Y no quedó otra alternativa que darle un corte final a la serie.

Tras el abrupto final, la vida de Peppard en los medios se fue apagando. De alguna manera sintió que había dado todo en un lugar al que había llegado por casualidad. Si nos trasladamos a su adolescencia, apenas terminó el colegio se alistó en el Ejército. Perteneció a la artillería naval, ocupando el rango de cabo. Tras unos años allí, lo primero que hizo al salir fue empezar a estudiar Ingeniería Civil. En el mientras tanto, trabajó de taxista, en una radio y hasta de cajero en un banco para poder pagarse los estudios. Gracias a esto logró recibirse.

Pero Peppard no se sentía a gusto: había seguido la carrera para cumplir con un mandato y trabajar en la empresa familiar. Cuando su padre murió, se sintió liberado, y buscó su destino por otros caminos, queriendo escribir su propia historia. Ya con 26 años se anotó en una escuela de arte dramático y a los 30 tuvo su primera incursión en The United States Steel Hour. Pese a su tardío ingreso, tuvo una carrera en pleno ascenso y de mucho éxito más allá de su forma de ser y la manera de (mal)tratar a sus colegas, a quienes no veía a su altura.

Tras su salida de Brigada A, filmó tres películas más y se retiró por problemas de salud en 1992, luego de rodar The Tigres. Su adicción al cigarrillo le provocó un cáncer de pulmón. A eso se le sumó el consumo desmedido de alcohol. Si bien tuvo tres hijos –dos de su primer matrimonio y otro con su segunda pareja- murió solo, ya que los últimos años lo pasó en un centro de rehabilitación en el que no podía recibir visitas asiduamente, de acuerdo a las reglas del lugar.

La vida de George Peppard se apagó el 8 de mayo de 1994 en el Hospital de la Universidad de California, Los Ángeles. Allí llegó con complicaciones respiratorias severas que no tuvieron solución. Murió a las pocas horas de su internación, con tan solo 65 años.

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Elefante hambriento entra a tienda en Tailandia y se come muchas bolsas de galletas

Plai Biang Lek, un habitué de la zona, se retiró del lugar tras ingerir los alimentos, sin herir a nadie ni dejar daños mayores

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El elefante Plai Biang Lek sorprendió a los habitantes de la provincia de Nakhon Ratchasima, en el noreste de Tailandia, al irrumpir hambriento este lunes en un local de comida y servirse él mismo una variedad de snacks.

El incidente quedó registrado en varios videos que no tardaron en circular en redes sociales y volverse virales.

En las imágenes se observa cómo el animal se detiene frente al mostrador, selecciona dulces y snacks con la trompa, y mastica tranquilamente, sin inmutarse ante los intentos de los trabajadores del parque nacional por ahuyentarlo.

La tienda, ubicada junto a una carretera próxima al Parque Nacional Khao Yai, suele recibir la visita de elefantes salvajes, aunque nunca antes había ocurrido que uno entrara en un local.

“Normalmente lo vemos pasar y lo observamos desde adentro, nunca ninguno había ingresado en la tienda ni había hecho daño a nadie”, explicó la dueña al medio estadounidense, destacando que, en esta ocasión, sin embargo, el animal permaneció dentro del establecimiento durante unos diez minutos.

“Se acercó al mostrador, el de dulces, cerca del congelador. Empujó con cuidado el congelador con su trompa para que cupiera dentro. (Luego) fue directo a los bocadillos y los rebuscó con la trompa. Se comió unas diez bolsas de dulces, que costaban 35 baht (1 dólar) cada una. También comió plátanos secos y bocadillos de maní”, precisó y recordó que le dijo “‘vete, anda’, pero no me hizo caso. Fue como si hubiera venido a propósito”.

Mientras todo ello ocurría, otro elefante lo esperaba fuera del local, aunque sin acercarse a los transeúntes.

Los comerciantes llamaron a los guardabosques del parque quienes, después de muchos intentos por ahuyentarlos, finalmente lograron alejar a los elefantes, quedando únicamente marcas de barro en el suelo y el techo, pero sin causar daños significativos ni herir a nadie.

Danai Sookkanthachat, voluntario del parque nacional, explicó que Plai Biang Lek es conocido por buscar comida en casas cercanas, aunque esta fue la primera vez que se lo vio entrar en una tienda de comestibles.

De hecho, “cuando salió del local, fue a abrir la ventana de un dormitorio en otra casa”, relató Danai.

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Michael B. Jordan se convierte en fenómeno con su papel en “Sinners”

Con una recaudación de 341 millones de dólares y su aparición en la reciente portada de New York Magazine, el actor vive su consagración como estrella y agita el debate sobre el futuro de Hollywood

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El éxito de Sinners ha transformado a Michael B. Jordan en una de las figuras más indiscutibles del cine contemporáneo. La película, un thriller original de vampiros dirigido por Ryan Coogler y protagonizado por Jordan, ha recaudado 341 millones de dólares en taquilla, según reportó New York Magazine.

Este logro no solo ha revitalizado el debate sobre la viabilidad de las películas originalesen Hollywood, sino que también ha consolidado a Jordan como una estrella de primer nivel, superando años de escepticismo sobre su estatus y abriendo nuevas oportunidades en una industria marcada por la incertidumbre y la discusión sobre la representación afroamericana.

El fenómeno “Sinners”: cifras, recepción y comparaciones

Sinners irrumpió en la cartelera con una fuerza poco habitual para una película no basada en una franquicia preexistente. Su estreno generó 46 millones de dólares en su primer fin de semana en Norteamérica, una cifra que, aunque destacada, fue recibida con cierto escepticismo por parte de algunos medios y ejecutivos de la industria.

The New York Times calificó el resultado con “un gran asterisco”, mientras que Variety enfatizó en redes sociales que la rentabilidad aún estaba lejos de alcanzarse, citando los elevados costos de producción y marketing.

Sin embargo, la magnitud del éxito de Sinners resulta aún más notable en un contexto donde la asistencia a los cines no ha recuperado los niveles previos a la pandemia y la producción nacional de películas enfrenta una crisis prolongada.

De acuerdo con New York Magazine, la película ha generado un tipo de conversación cultural que no se veía desde el estreno de ¡Huye! (2017) de Jordan Peele, ocho años atrás. El filme no solo ha dominado la taquilla, sino que ha sido objeto de numerosos análisis sobre raza, apropiación cultural y sexualidad, temas que han alimentado el debate mediático y social en torno a su impacto.

Reacción de la industria: escepticismo, debate y cambio de paradigma

El éxito de Sinners no estuvo exento de dudas iniciales dentro de Hollywood. Reporteros y ejecutivos parecían dispuestos a minimizar el desempeño de la película, cuestionando tanto su rentabilidad como el acuerdo de producción entre Warner Bros. y Ryan Coogler, que otorga al director derechos de propiedad sobre la obra después de 25 años.

Un ejecutivo advirtió a Vulture que este tipo de acuerdos “podría ser el fin del sistema de estudios”. Ben Fritz, periodista de The Wall Street Journal, describió el ambiente en la industria como uno de “casi resentimiento y frustración”, preguntándose cómo Coogler y Jordan lograron financiar una película original de 100 millones de dólares.

En este contexto de aversión al riesgo y austeridad, el desempeño de Sinners se percibe como una anomalía y un desafío a las tendencias dominantes. La encuesta de salida realizada durante el estreno, citada por Deadline y recogida por New York Magazine, reveló que el 47% de los asistentes eligió ver la película principalmente por la presencia de Michael B. Jordan, lo que subraya su poder de convocatoria y su creciente atractivo como protagonista.

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