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Antoine Griezmann, el capitán del barco francés

El técnico Deschamps lo retrasó en el campo para aprovechar su visión de toda la cancha. Los valores de un jugador completo que lo convirtió en el jefe de operaciones de su selección.

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Griezmann francia

Macon, es una pqueña ciudad de la Borgogna francesa, a 142 kilómetros de Ginebra, la bella ciudad Suiza y a 400 de Paris, la capital francesa. La ciudad se asienta en las orillas del lago Saona y la embellecen los puentes que la cruzan. Fue de las pocas ciudades francesas no tomadas por las alemanes en la Segunda Guerra Mundial en el circuito Lyon-Paris y vive de sus viñedos y de la agricultura. El último censo reportó mas de 33.000 habitantes y por allí todavía viven plácidamente parientes de una de las figuras del Mundial: Antonine Griezmann.

Su apellido no tiene nada de francés, porque sus antepasadaos paternos son de origen teutónicos, inclusive su padre es alemán. La familia recorre nacionalidades y a su madre francesa, se le une una abuela portuguesa. Ese cruces de caracteres, tan disímiles, aunque todos vivan en Europa dio origen a quien es el jefe de operaciones del equipo de Deschamps.

Kylian Mbappé, es su compañero y la estrella, el hombre récord, el que más gana, al que más buscan junto con Neymar para romperle un tobillo, a los 23 ya es campeón del mundo, título logrado a los 19. Una maravilla. Antoine es otro hombre, tuvo un comienzo silencioso en equipos de menor relieve en Paris y de repente paso al fútbol español. Lo compraron los vascos de la Real Sociedad. Un francés más -Francia es tierra de cracks- .

Por su manera de correr, a los saltitos y en punta de pies le llamaron el principito. Era veloz, con cara de nene, el cabello rapado, más tarde llegaría la policromía en su cabellera, cuando fue figura indiscutida.

Ni él ni sus entrenadores se decidían, o puntero punzante o goleador prodigioso. Le gustaba y le gusta el gol, cada vez que lo logra aparece una sonrisa pícara cuando otros brazos lo rodean para celebrarlo.

Con la Real ganó el torneo de la segunda divisón española y cinco años más tarde se marchó al Atlético Madrid. El ojo se lo echó Simeone. Pagaron 30 millones de euros. No fue titular de entrda y ganó la Supercopa de España ante el Real Mdrid, en el Santiago Bernabeu.

Para Deschamps no es delantero, lo confirma su juego en este Mundial, para Simeone sí y se cansó de hacer goles. A los dos les rindió. Eso habla de un jugador excepcional, más de una vez envuelto en polémicas. Su decisón de no pasar al Barcelona, contado en un documental producido por Piqué, que levantó polvaredas.

Un año después se fue al club catalán por 120 millones de euros. De su paso por Barcelona se contaron mil historias por Messi, que no le pasaban la pelota, que no lo querían sus compañeros, que extrañaba Madrid. Lo cierto es que entró en un equipo lleno de figuras, de problemas y que daba sus últimos estertores tras campañas formidables.

En el Bacelona ganó solo la Copa del Rey. Su carácter es expansivo, Luis Suárez le enseñó a gustar del mate, pero las orillas del mediterráneo no era su casa. Volvió al Atlético en 2021. A un equipo lleno de contradicciones donde Simeone, como un jarrón de lujo, no sabe dónde ponerlo.

Pero para Deschamps, quien ya lo condujo a la Copa del Mundo en Rusia, es su estratega, juega atrás, en el medio, por derecha o por izquierda. A espaldas o de frente a los medios contrarios, es el de pase profundo entre líneas o el sabio lanzador de tiros libres que pone siempre la pelota en la cabeza de los que llegan.

Puede ser lento, está pensando, es una liebre cuando se dispara y perfilado de derecha, maneja como una lapicera su zurda. No es alto, 1,76, pero desde su atalaya otea siempre el horizonte, parece un jugador de dos metros, siempre tiene gran panorama de la cancha. Driblea como el mejor, sale por diestra o zurda con igual facilidad y finura. Un jugador completo.

Es el jefe de operaciones dentro de la cancha del conductor Deschamps. En el confía. Es el jugador a tener en cuenta el domingo. Por supuesto que a Mbappé, su fenómeno, Francia tiene excentes individualidades.

Pero en las calderas y en cubierta el que manda es Antoine, el principito que llegó a Rey, al que opacan Messi, Neymar y su compañero Kilyan. Él trabaja en las intimades del equipo, en los camarotes del cuarto nivel. No grita, anda silencioso y como buen zorro de las canchas, sabe cuándo saltar.

Ahí habrá que poner el acento, en no dejarlo pensar ni alejarse, por supuesto que cuidar a Mbappé y sus laterales, el olfato de gol de Giroud… pero la mirada tiene que caer sobre el pequeño borgoñés, quien corría hace 20 años por la campiña francesa con el sueño de crack, acomodado en el pecho de su padre y hoy es uno las más formidables jugadores del momento.

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Magnus Carlsen explota tras perder partida con el campeón mundial de ajedrez

El joven Gukesh, de 19 años, se impuso al experimentado ajedrecista en el Norway Chess 2025

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La sexta ronda del Norway Chess 2025 dejó una de las escenas más impactantes y emotivas del ajedrez reciente. Magnus Carlsen, número uno del mundo, sufrió en casa una inesperada derrota frente al joven campeón mundial indio, Gukesh Dommaraju, quien se impuso ante el noruego por primera vez en una partida clásica. La tensión contenida en cada jugada marcó un duelo histórico que culminó con la furia de Carlsen y la incredulidad de Gukesh ante lo que acababa de lograr.

Desde la apertura, Carlsen llevó la iniciativa y ejerció una presión constante sobre Gukesh con las piezas negras. El noruego capturó un peón central clave y, a lo largo de veinte movimientos en el medio juego, las computadoras otorgaban a Carlsen una clara ventaja, que llegó a significar entre -2 y -5 en la valoración, equivalente a la superioridad de toda una torre. Parecía que la victoria no se le podía escapar al anfitrión.

En el movimiento 17, Carlsen se dirigió al confesionario del torneo para compartir en directo para los espectadores sus sensaciones sobre el rumbo de la partida. Mostró confianza en que Gukesh aceptaría el reto de bloquear el centro e intentar ganar, en lugar de buscar un empate rápido. “Sé que Gukesh es muy ambicioso, y espero que ahora bloquee el centro para jugar a ganar, en lugar de liquidarlo y buscar el empate. Pero, objetivamente, mi posición es buena, y me encuentro cómodo”.

Lo inesperado llegó en el final: presionado por el reloj y quizás por exceso de confianza, Carlsen cometió dos errores en los movimientos 44 y 52. Esos fallos alteraron el destino que hasta entonces parecía inevitable. El campeón mundial indio, en un ejercicio de persistencia y concentración, supo exprimir cada opción disponible. Gukesh reconoció tras la partida que llegó a pensar en rendirse: “Pero decidí que no había nada de malo en hacer unos cuantos movimientos más, y seguir luchando por si acaso. Soy muy consciente de que nadie puede ganar así a Magnus en más de una partida de cada cien. Pero hoy ha ocurrido, me siento muy feliz, y seguro que mi familia también”.

El dramático desenlace sobrevino en el movimiento 62. Al descubrir que había dejado escapar la victoria y enfrentaba una derrota inminente, Carlsen golpeó la mesa con fuerza, provocando que las piezas cayeran. Luego, estrechó apresurado la mano de Gukesh, exclamó “¡Ay, dios mío!” y abandonó el escenario visiblemente enfadado. Minutos después, su vencedor le exoneró ante los medios: “Yo también he golpeado unas cuantas mesas en mi carrera deportiva, aunque sea mucho más corta que la de Magnus. Hay incluso algún vídeo sobre eso”.

 

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PSG logra un récord histórico tras vencer al Inter en la final de la Champions League

Los franceses vapulearon 5-0 a los italianos en Alemania y se adjudicaron la primera Liga de Campeones de su historia

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París Saint Germain rompió todos los pronósticos, no porque fuera imposible que se quedara con la final de la Champions League ante Inter de Milán, sino porque ni el más optimista fanático del equipo parisino habrá imaginado que habría una diferencia tan importante entre un equipo y otro. Fue 5-0 para los dirigidos por Luis Enrique, que se llevaron la Orejona por primera vez en su historia a Parque de los Príncipes.

Lo cierto es que este abultado resultado resultó inédito: nunca en la historia de la Liga de Campeones se había registrado una distancia semejante entre dos finalistas. Solamente en tres oportunidades un conjunto le sacó cuatro goles de diferencia al otro: Bayern Múnich al Atlético Madrid en el partido desempate de 1974, Milan al Steaua Bucarest en 1989 y también Milan al Barcelona en 1994.

Por otra parte, hasta hoy solo dos clubes habían logrado anotar cinco goles o más en una final de Champions: Real Madrid, que le ganó 7-3 al Eintracht Frankfurt en la final de 1959/1960 con un triplete de Alfredo Di Stéfano y un póker de goles de Ferenc Púskas, y el Benfica de Portugal en la final de 1961/1962, ante el Real Madrid, aunque con una diferencia más estrecha de 5-3 a favor de los lusitanos.

Los Merengues, máximos exponentes de este certamen continental con 15 títulos, son los que se mantienen como el equipo que más tantos anotaron en una final por los siete convertidos en 1960.

Hasta ahora, el PSG solamente había disputado una sola final de Champions, con derrota 1-0 ante Bayern Múnich en la temporada 2019/2020 (gol de Kingsley Coman). Luis Enrique no solamente consiguió dejar una huella imborrable en la vitrina de la institución que desde hace años está siendo manejada por jeques árabes, sino que también elevó sustancialmente el nivel futbolístico de un equipo finalista de uno de los certámenes de elite del planeta. Lo que el París no había conseguido con los galácticos Lionel Messi, Kylian Mbappé y Neymar, ahora sí lo logró con figuras de menor nombre pero un funcionamiento casi perfecto.

 

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